Con amor, el noir: Una teoría de empatía literaria

El noir es un género emocional. Por tanta preocupación que los personajes noir tienen con la lógica, tanto ellos como los lectores reconocen el espacio que existe más allá de la lógica—el mismo espacio que sirve para darle al noir su identidad, aparte de la novela policiaca y la novela detectivesca (véase Copjec 178-183). Dentro del hueco dejado por la lógica, surge una disposición emocional en particular: la empatía. Es de la empatía que el noir saca la mayoría de su valor literaria. La empatía es una de las motivaciones principales de la filosofía noir, igual que un factor esencial de sus resultados. La empatía también asegura que el género no degenere en su propia vileza. El rol clave de la empatía se debe al ambiente de emoción negativa que crea el noir, el cual ambiente ha recibido recientemente el nombre de noir affect. Sin la empatía, el afecto noir quedaría tóxico y no recibiría lectura fuera del contexto nihilista.

Este estudio discutirá los temas mencionados de esta manera: se establecerá la base del afecto noir, la empatía será identificada como elemento sine qua non de este afecto. Como el afecto es un fenómeno con elementos fuertes de subjetividad, el punto de referencia afectiva tendrá que ser el del autor, en este caso, en relación con la novela Montevideo noir, por Hugo Burel. Habrá referencias ocasionales a las experiencias afectivas de otros autores que las han descrito e interacción con otros textos, cuando es relevante. Sugiero que un estudio fuertemente empático puede hacerse con cualquier texto noir, sin sugerir que todos los autores desearían o anticiparían tal lectura. El noir tiene su componente empático en sí, donde la empatía esté ausente, el texto carecerá del afecto noir.

1. El afecto noir

Empezamos con el afecto noir. Existe mucho desacuerdo en cuanto a la definición, la ontología, la causalidad, la posición, etc., del afecto dentro de las disciplinas diversas que se han valido del concepto. Aquellas discusiones quedan fuera de este estudio: nos conformamos con considerar el afecto noir. Para los propósitos del afecto general, adopto la definición de Carroll y Russell: “genuine subjective feelings and moods (as when someone says, ‘I’m feeling sad’), rather than thoughts about specific objects or events (as when someone calmly says, ‘The crusades were a sad chapter in human history’). Affect can be assessed at any given moment, rather than only in times of great emotion” (3-4). El afecto noir, entonces, es formado por los sentimientos que corresponden al noir, tanto los sentimientos efémeros y reactivos de una lectura como el humor que el lector asociará con el libro después de haberlo terminado.

Breu y Hatmaker han propuesto que la presencia del afecto noir sea la definición total del noir. No proveen una definición exacta, pero quizá con la razón de que el noir tiene cierta hostilidad con las definiciones libres de ambigüedad. Proveen las palabras siguientes para bosquejar el concepto:

In trying to define noir, we encounter the same forms of negativity that characterize the work of the form itself. Noir itself foregrounds fractiousness, divisiveness, conflict, and dissension. Moreover, it is preoccupied with belatedness, retrospection, fatality, inadequacy, and intransigence. It also marks the elusiveness of subjects to definition and even to self-knowledge. (3)

De este bosquejo, se nota que el afecto noir está vinculado en todo a la filosofía noir. Si la filosofía noir se trata del nihilismo, la incertidumbre, la posmodernidad y la fatalidad, el afecto noir es la crisis existencial que estos asuntos filosóficos suelen traer consigo. En general, el afecto es dividido entre el afecto positivo y el afecto negativo. El afecto positivo corresponde a conceptos como el amor, la felicidad y la seguridad, mientras que el afecto negativo se relaciona con sentimientos como el enojo, la tristeza y el temor. En base de estas filosofías, el afecto noir es de la clase negativa: “an understanding of noir as characterized by negative affect is the central premise” (Breu y Hatmaker 3).

En el caso de Montevideo noir, yo describiría el afecto de la primera porción de la novela como una ansiedad nauseabunda. El protagonista, Gabriel Keller, se ha fascinado con la estética del asesinato perfecto a través de la lectura de una novela noir llamada Asesino a sueldo, esta novela protagonizada por un Murray Sullivan. A la vez, Keller sufre de la soledad y la pérdida de su familia (su esposa perdida a la muerte y su hijo a la mudanza remota) y descubre un amor tentativo para una vecina, Beatriz, y un odio convencido hacia su novio, Javier Brentano.

La ansiedad mencionada tiene varios elementos. Primero, hay el miedo que Keller imite la trama de Asesino a sueldo. A este miedo, se suma un miedo específico: Murray Sullivan mató a la mujer a quien él había tratado de salvar. Mientras se deshace la división entre la realidad (ficticia) de Keller y la trama de Asesino a sueldo (una ficción dentro de una ficción), se produjo en mí una preocupación intensa de que Keller mate a Beatriz. La severidad de este peligro es atestiguada por las palabras que Keller se asevera débilmente cuando comprende las razones que Murray Sullivan teñía cuando mató a la mujer: “Finalmente se dijo que era solo una novela y que la realidad suele ser muy diferente” (41). Este segundo miedo se distingue del primero por afectos. Que Keller mate a Brentano, por ejemplo, es grave, pero es menos grave gracias al afecto negativo del caso: Keller puede inculcar en el lector parte del odio que Keller siente. El lector no tiene que depender totalmente de Keller para este afecto negativo, cuando aprende que Brentano es un adicto del azar, es abusivo en su relación con Beatriz y tiene otra novia aparte (aunque solamente la adicción es revelada antes de que Keller mata a Brentano). Por otra parte, el riesgo de que muera Beatriz produce un afecto nauseabundo porque Beatriz produce afecto positivo, ya que es retratada como abnegada, optimista e inocente. En ambos casos, hay un afecto fuertemente negativo asociado con la posibilidad de que Keller mate (una posibilidad que se realiza), pero este afecto es agravado por el afecto positivo hacia Beatriz y aliviado por el afecto negativo hacia Brentano.

Además de estos afectos principales, hay varios afectos auxiliares dentro de la primera porción de Montevideo noir. Por ejemplo, mientras crece el entendimiento de la vileza de Brentano, crece el miedo de que Brentano siga causando daño a Beatriz y a su familia sin sufrir repercusiones, ya que la sociedad no promete ningún castigo para él. Hay también el afecto de la disforia, demostrado cuando Keller se despide de su jefe anterior: “Keller lo miró y de pronto le pareció estar ante un desconocido, alguien que no podía comprenderlo ni saber siquiera remotamente cómo se sentía” (48). La angustia mental y emocional suele producir este sentimiento de aislamiento entre conocidos y, aunque Keller no describe ninguna enfermedad mental específica ni expresa necesariamente una experiencia duradera del trauma, Keller invoca los afectos del trauma en los lectores que conocen trauma por sí mismos a través de este lenguaje.

El afecto noir existe de una manera más limitada después del asesinato de Brentano. Con la muerte de Brentano realizada, la ansiedad y la ambigüedad se han acabado en gran parte. La segunda parte de la novela retrata las acciones de Keller mientras él procura encubrir el crimen y mata a otro en el proceso, es decir, más de lo mismo. La filosofía ha cumplido su propósito y la trama se confirma en lugar de proponer nuevas amenazas existenciales. La trama se enfoca más en hechos y menos en posibilidades.

El afecto noir sufre esta reducción de severidad en gran parte porque hay menos miedo mortal. El peligro que Keller presenta hacia Beatriz se disminuye lentamente. El peligro no es recalcado y pasa de la memoria. Las amenazas que Keller enfrenta no producen un afecto fuertemente malo. Es un caso del reproche que normalmente corresponde al asesinato. Si Keller es capturado y castigado por la ley, es triste, pero es una tristeza cotidiana y fácil de soportar porque se entiende por qué el matador es castigado. La convergencia de la realidad de Keller y de Asesino a sueldo para de una manera asintótica, o sea, son historias paralelas, no historias convergentes.

En base de las diferencias entre el afecto en las dos partes de la novela, el afecto noir no puede ser solamente el afecto negativo, sustenido a lo largo de un texto. A la segunda parte de la novela no le falta de afecto negativo: Keller sigue con odio y hay mucho temor de ser descubierto, arrestado o chantajeado (en fin, Keller sufre un chantaje que le obliga a cometer más asesinatos). Sin embargo, este afecto negativo no produce un afecto fuertemente noir. La fortaleza del afecto noir que rodea Beatriz en la primera parte de la novela viene del afecto positivo que se asocia con ella.

Regresando a la perspectiva de Breu y Hatmaker, un afecto puramente negativo no puede producir “divisiveness,” “retrospection” o “inadequacy” (3) a solas. ¿Quién podrá luchar divisively sin ideología o pasión positivas? ¿Para qué considerará uno el pasado de una manera retrospectiva si no había una posibilidad de un pasado y un presente mejor? ¿Quién se creerá inadecuado si no es adecuado para nada? Copjec también observa la necesidad de un afecto positivo (que ella llama desire) para crear el afecto noir y el gap dentro del cual el noir existe: “Desire is not an impurity that threatens the ‘objectivity’ of the detective but the quasi-transcendental principle that guarantees it. … Desire does not impose a bias but supposes a gap: the detective reads the evidence by positing an empty beyond” (178-179). Copjec invoca el deseo como el medio para contemplar el espacio noir porque la lógica no basta fuera del mundo conocido: la lógica y la filosofía noir tiene que ceder el paso al afecto noir.

Gracias a afectos como el deseo, el afecto noir es tanto un afecto positivo como un afecto negativo. Consistente con la complejidad del noir, hasta el deseo puede convertirse en un afecto negativo: el lector del noir sabrá bien que el deseo puede volverse cáustico. Para entender el afecto noir, hay que “consider the possibility that in many cases one and one does not equal two, at least when it comes to comparing positive and negative affective states. Instead, … most of the time, positive and negative feeling states are independent of one another: a person can be both happy and sad, or even unhappy and not sad” (Potter et al. 75-76). El afecto noir es un conjunto complejo de afectos negativos, positivos e irresueltos que coinciden sin cancelarse.

El afecto noir es el afecto que surge al navegar el espacio noir entre la positividad, la negatividad y la ambigüedad. Sin importar dónde uno se coloca en tal esfuerzo, la diversidad de influencias afectivas del noir garantiza que parte de la jornada pase por espacios desconocidos, el gap de Copjec. En breve, el noir es un encuentro afectivo con el Otro (afectivo porque el encuentro es una experiencia afectiva que solamente es posible gracias también al afecto). Debido al afecto negativo que permea el noir, Copjec concluye que el Otro (“the existence of other people”) es lo más horrible que hay (195). Keller tiene miedo de muchas personas, por cierto, pero, aunque existe tanto desacuerdo, aislamiento y confusión entre él y su sociedad, todavía Keller desea llegar hasta el Otro representado en su hijo lejano y Beatriz. En base de las observancias anteriores en cuanto al rol del afecto positivo, sugiero que el afecto noir no termina con el miedo del Otro, porque la empatía noir representa una búsqueda para algo mejor: hacer las paces con el Otro.

Todo el afecto noir culmina en la necesidad de la empatía en el noir. La empatía es la herramienta precisa para vivir dentro del espacio noir de una manera ventajosa, capaz de procesar los afectos positivos y negativos.

2. Sine qua non: la empatía

La fascinación con el afecto negativo en el noir ha hecho que la empatía pase desapercibida. Este resultado sorprende poco, ya que la oscuridad del noir sobrepasa la que se halla en la literatura general, hasta el punto de que el género recibió su nombre basado en la falta de luz. Sin embargo, es natural que el género se base en la empatía. La empatía, desde el principio, ha sido un fenómeno noir, una contradicción: una expresión de amor y bondad que invita el dolor y la miseria ajenos.

Describo la empatía como una disposición emocional ya que la empatía no es una emoción en sí, sino un conducto por el cual los sentimientos y las disposiciones de otras personas pueden ser transmitidas a otras personas, las personas que ejercen la empatía. Ya que la empatía transmite el afecto en diversas formas, la empatía puede describirse como una atmosfera afectiva: los afectos que uno absorbe del ambiente.

El noir crea una atmosfera empática desde el principio: suele escoger antihéroes y villanos como protagonistas. El protagonismo es una estructura empática, diseñado para ayudar a que el lector comparta los sentimientos del personaje principal, con el fin de que se regocijen y lloren juntamente. En otros géneros, el regocijo y el llanto no son fijados a personas que se regocijan del asesinato o que lloran por la posibilidad de que uno haya matado emocionalmente y no imparcialmente, como hace Keller. La autora Claudia Piñeira explica el proceso empático para personajes de una moralidad tan inadecuada:

¿Quién no puesto en el lugar de unos de los personajes haría el mismo que ellos? Esa cosa de ver a alguien hacer algo que primero decir que no, jamás haría eso y después, si reflexionás, puedes llegar a pensar, bueno, habría que ver yo no estoy en ese lugar. A lo mejor si estuviera en ese lugar podría hacerlo creo que tiene que ver con la empatía, con lograr tener con estos personajes, algunos que se van del límite, puede haber crímenes, puede haber un cuento de terror, distintas circunstancias de las cuales de verdad uno sabe que no estaría allí.”

Este proceso empático es esencial para entender preguntas importantes como por qué existe la violencia y por qué hay personas que están dispuestas a causarle daño al Otro. Hay que considerar el afecto negativo que otras personas experimentan para reconciliarse con ellas. Estos afectos se vuelven todavía más negativos con el entendimiento que cada uno de nosotros somos el Otro de otro. Esta empatía es también importante en el desarrollo de la empatía dirigida de uno a uno mismo: somos todos capaces de volvernos un monstruo en la vista de otras personas y en nuestra propia vista. Si odiamos los monstruos ajenos, más odiaremos la monstruosidad dentro de nosotros.

Keller mismo ejerce la empatía en base de este modelo. Siente una empatía demasiado directa con Murray Sullivan, el protagonista de Asesino a sueldo. Antes de decirse que “era solo una novela y que la realidad suele ser muy diferente,” siente que Murray Sullivan “había actuado como un monstruo. Y sin embargo… [él], como lector no podía condenarlo por completo. El autor había sido capaz de meter una duda en su moralidad” (41).

Otro ejemplo del proceso se halla en Ornstein, un rabino y académico legal, quien pasó en medio de las posiciones de Keller y Piñeira, con deseos de empatía y fuertes desafíos a su capacidad de ejercerla. De joven, el noir le inculcó la filosofía de empatía hacia los desamparados. Las palabras de Bogart en Knock on Any Door le impactaron: “Until we do away with the type of neighborhood that produced this boy, ten will spring up to take his place, a hundred, a thousand. Until we wipe out the slums and rebuild them, knock on any door and you may find Nick Romano” (citado en Ornstein 7). Después, Ornstein

learned what victims of crimes come to understand the hard way: A crime is a brazen, traumatizing act of cruelty and an abuse of power, no matter who commits it or the circumstances of that person’s life that led that person to become a criminal. It took me time and maturity to recognize that justice against criminals for their crimes must constantly be balanced against mercy for the sometimes terrible circumstances that contributed to their actions. (8)

El afecto noir no es aditiva. Lo malo es malo y lo bueno es bueno, sin que el bueno impida lo malo y viceversa. La empatía noir, por lo tanto, no puede negligir ni lo bueno ni lo malo para lograr la empatía que Piñeira y yo tanto deseamos. Una cantidad de oscuridad y una cantidad igual de luz no son cero en suma porque son cantidades independientes. El malo debe ser reconocido, pero también la humanidad de la gente que comete maldades merece reconocimiento. Tratar de añadir y comparar lo bueno y lo malo, como si fuesen números compatibles, sería disminuirlos. Si la suma del bien y el mal en un texto favoreciera a lo bueno, tendría que faltarle respeto a la humanidad de los que han obrado mal y, por lo tanto, lo bueno y la empatía se hallarían frustrados. Por otra parte, el favorecer a lo malo sería burlarse de las víctimas—inaceptable para la misma filosofía noir, que reconoce a los victimarios como víctimas, lo cual es la base de la empatía dirigida a las personas dentro del mal. Para expresar fielmente la empatía, hay que tomar el bien y el mal aparte, de modo simultaneo e igual, sin mezclarlos.

Con este modelo de empatía en mente y con deseos de evitar la empatía disfuncional de Keller, la empatía cumple varias funciones para el noir y protege el género de la degeneración en dogmas y vilezas. Sin embargo, los ejemplos anteriores demuestran que la empatía dentro del noir crea riesgos. Lo que describe Piñeira es importante para entender al Otro pacíficamente, pero lo que ocurre en Keller es el caso menos ideal para tal cosa, ya que Keller llega a matar a parte del Otro en base de su empatía para otra parte. El afecto noir, como debe esperarse, siempre conlleva riesgos. La realidad no suele ser muy diferente de lo que ocurre con Keller: la empatía parcial se halla en la violencia tribal y el terrorismo (Hartevelt Kobrin 108; Putilin 359-361). La empatía es el vencimiento del afecto positivo y la reconciliación con el Otro, mientras que la vida de Keller representa una fe demasiada en el afecto negativo y una empatía parcial. La tarea del afecto noir necesita ser una empatía universal, o tiene riesgo de destruirse y convertirse en odio del Otro y de uno mismo (tal como el afecto noir ha sido entendido por tanto tiempo por autores como Copjec y Conard).

Esta tarea es difícil. El afecto negativo dentro del afecto noir puede dañar al lector de varias maneras, no solamente convertirlo al tribalismo o a la violencia. Por ejemplo, el afecto negativo puede causar el enfoque excesivo en uno mismo y, consigo, ansiedad social, ansiedad general y depresión (Mor y Winquist 638). El retrato de la criminalidad crea un riesgo de la angustia moral (del inglés moral distress), o sea, angustia relacionada con no cumplir con la conciencia de uno al ver la victimización de uno mismo o de otra persona. Los textos noir pueden recordarle al lector de diversos problemas sociales en los cuales el lector no puede actuar conforme a su conciencia. La angustia moral será más intensa entre más cercano está el lector a las dificultades invocadas en el noir y puede causar una pérdida de moralidad y trastornos físicos y mentales (Devos Barlem y Souza Ramos 612). Además, aunque apenas necesita ser mencionado, si el noir solo causara dolor en el lector sin algún producto positivo (y más que un poco de afecto positivo dentro de la mezcla), ¿quién lo leería?

Recalco que el afecto negativo es una parte esencial del afecto noir y, sin ello, la empatía podría ser extendida hacia el Otro. Entonces, con consideración a estos riesgos y con esfuerzos para no dificultarle la vida al lector sin buenas razones, el afecto noir puede tomar dentro de sí los afectos negativos y positivos. Un afecto altamente negativo, temperado inteligentemente con afectos positivos y contextualizado dentro de una empatía universal puede profundizar los sentimientos del lector y alcanzar un modo de empatía más avanzada. Este estado avanzado se define por poder llegar al Otro después de tomar en cuenta todo el afecto negativo dentro del noir, con todo el miedo del Otro, la inseguridad del ambiente y la inhabilidad de confiar en el bien humano. Que yo pueda desear el bien de Keller y de Brentano, aunque el uno mata al otro y ambos necesitan mejorar su pensamiento moral, es la finalidad de la empatía noir. Deseo el bien, no de ellos (ya que no existen), pero de todas las personas reales que han sufrido, se han confundido y se han perdido como ellos, igual que deseo que las personas como Beatriz puedan librarse de novios abusadores y acosadores. Que la empatía se extienda a Brentano y Keller, no solamente a la inocente Beatriz, importa mucho: la ayuda dirigida a los victimarios ayuda a que las Beatrices del mundo no tengan más novios abusadores y acosadores. Además, esta empatía respeta la inocencia que Brentano y Keller antes tenían y la que quizá no tuvieran culpa en perder.

De esta manera, ni la moralidad ni la empatía dentro del noir apoyan un relativismo verdadero (no es la muerte de Dios, sino una revisión). El impedimento al relativismo se debe a que, tras reconocer las causas de las acciones, no deja de calificarlas como buenas, malas o ambiguas. Si fuese relativista, el noir no sería el género negro, sino el gris. “In many cases one and one does not equal two, at least when it comes to comparing positive and negative affective states” (Potter et al. 75), pero el gris es la resulta de precisamente esto: sumar falazmente el bien y el mal, lo positivo y lo negativo. El noir es negro y blanco. Extiende la empatía sin dejar de reconocer la injusticia de los hechos. Las víctimas merecen este reconocimiento, mientras que los victimarios merecen la empatía.

Un noir sin empatía, un noir verdaderamente gris, que no reprocha la victimización y tiene simpatía para la víctima, perdería su sentido rápidamente y se quedaría como melodrama: “scenes of violence within [melodrama] take on an even darker cast than the shadowy corners and wailing sirens that make us shudder with pleasure and fear in noir. Melodrama may be noir’s bad seed” (Rabinowitz 265). Un noir que se concediese al schadenfreude podría ser melodrama, podría ser horror, pero no sería noir. Los afectos negativos tienen que quedarse negativos: la filosofía noir surge del dolor ajeno y propio, la lástima por la vileza del humano y el conocimiento que las personas pueden comportarse mejor. Es clave que el noir no deje de retratar la crueldad tal como es: cruel, vil, asqueroso. El afecto negativo, asociado con tales eventos, es necesario para interpretar los eventos correctamente y las acciones resultantes, es decir, las tramas noir. Si un texto noir llega a negligir el sufrimiento de las víctimas y negarles empatía, no importa cualquier empatía extendida hacia los victimarios, o sea, sería una hipocresía total. Igualmente, el noir es más rico mientras retrata fielmente la bondad en la humanidad y en la naturaleza. El afecto noir se beneficia del contraste, no solamente de la contradicción.

3. Conclusión

La reconciliación del afecto negativo y positivo dentro del afecto noir, si se puede llamar una reconciliación, es sencillamente el retrato simultáneo. La empatía solamente puede existir si ambos elementos son respetados. Si fuese de otra manera, repito la declaración: no sería un género negro, sino un género gris. La oscuridad existe, pero no se puede entender sin la luz.

Esta simultaneidad es lo que hace que el noir sea un género de tanto significado. El noir se basa en la declaración radical que toda la humanidad, hasta el bellaco, el miserable y el desamparado, debe ser respetada. Mucha literatura declara algo parecido, pero el noir es uno de aquellos lugares excepcionales donde la creencia se pone en práctica. La mayoría de la literatura no alcanza esta fidelidad positiva a la causa humana. Será porque la tarea es difícil y, como se ha propuesto, requiere una contemplación directa y más completa de lo malo, o sea, la mayoría de la literatura no acepta el costo del afecto negativo que se cobra para llegar a la empatía poderosa y positiva que posee el noir. Siempre es difícil hacer que las personas contemplen lo negativo, pero la empatía es una manera de hacerlo y salir con ventajas.

En resumen, el noir es un microcosmos donde se hace una meditación difícil y verdadera: la contemplación simultánea de la hermosura profunda, silvestre, eterna y vital del universo, con la tragedia, la destrucción, el caos, la futilidad y la muerte. Aquí, el bien no borra el mal, ni puede el mal borrar el bien. Sin poder añadir la luz y la oscuridad, el puente que queda para unirlas es la empatía.

Obras citadas

Arias Mariana y Claudia Piñeira. “Entrevista a Claudia Piñeiro – Conversaciones.” YouTube, subido por LA NACION, 7 nov 2018, https://www.youtube.com/watch?v=8uCcw0LytZs.

Breu, Christopher y Elizabeth Hatmaker, editores. Noir Affect. Fordham UP, 2020.

Breu, Christopher y Elizabeth Hatmaker. “Introduction: Dark Passages.” Breu y Hatmaker, pp. 1-27.

Burel, Hugo. Montevideo noir. Alfaguara, 2016.

Carroll, James y James Russell. “On the Bipolarity of Positive and Negative Affect.” Psychological Bulletin, vol. 125, no. 1, 1999, pp. 3-30.

Conard, Mark. “Nietzsche and the Meaning and Definition of Noir.” The Philosophy of Film Noir, UP of Kentucky, 2005, pp. 7-22.

Copjec, Joan. “The Phenomenal/Nonphenomenal: Private Space in Film Noir.” Shades of Noir: A Reader, Verso, 1993, pp. 167-197.

Devos Barlem, Edison y Flávia Souza Ramos. “Constructing a theoretical model of moral distress.” Nursing Ethics, vol. 22, no. 5, 2015, pp. 608-615.

Hartevelt Kobrin, Nancy. “Nobody Born a Terrorist, but Early Childhood Matters: Explaining the Jihadis’ Lack of Empathy.” Perspectives on Terrorism, vol. 10, no. 5, 2016, pp. 108-111.

Mor, Nilly y Jennifer Winquist. “Self-Focused Attention and Negative Affect: A Meta-Analysis.” Psychological Bulletin, vol. 128, no. 4, 2002, pp. 638-662.

Ornstein, Dan. “Balancing Justice and Mercy.” Cain v. Abel: A Jewish Courtroom Drama, U of Nebraska P, 2020, pp. 7-12.

Potter, Phillip, et al. “The Independence of Affects is Context-Dependent: An Integrative Model of the Relationship Between Positive and Negative Affect.” Annual Review of Gerontology & Geriatrics, vol. 17, no. 1, 1997, pp. 75-103.

Putilin, Dimitri. “Tribalism and Universalism: Reflections and Scientific Evidence.” The Oneness Hypothesis, editado por Philip Ivanhoe, et al., Colombia UP, 2018, pp. 351-370.

Rabinowitz, Paula. “Afterword: Melodrama, Noir’s Kid Sister, or Crying in Trump’s America.” Breu y Hatmaker, pp. 261-273.

La locura sana y la violencia enfermiza: Don Quijote como hombre más violento que loco

El nombre Quijote es sinónimo de la locura y lo ha sido por mucho tiempo y en varios idiomas. A pesar de esto, deseo sugerir que esta perspectiva hace hincapié en la cosa equivocada. La locura de Quijote no está en sus ideas o moralidad, sino en la violencia que mutuamente se efectúa entre él y su comunidad. En sí, la palabra locura es poco apta para lo que ocurre con él. Quijote, y los que lo rodean, no son locos, sino violentos. Quijote es la víctima de un proceso de radicalización violenta, mientras la enfermedad mental ha sido el chivo expiatorio por sus disparates. Gracias a la dominancia de la ideología en la mente moderna, combinada con el ajuste de cuentas sobre el maltrato y la falsa representación de las personas con enfermedades mentales, la reforma de la imagen del Quijote tiene un valor cultural aumentado. Para esta discusión, se estudiarán primero los problemas con la asociación entre las hazañas de Quijote y sus errores de percepción, o sea, su enfermedad mental. Este componente tiene como propósito principal desvincular el legado de Quijote con la enfermedad mental. Después, se desarrollará la tesis alternativa que asociará la identidad de Quijote con la ideología violenta, la cual es, en este caso, la misma ideología caballeresca.

1. La tesis de la insania

Para demostrar unos problemas en la alegación que Don Quijote es quién es por su locura, podemos tomar el mismísimo ejemplo de las molinas del viento. Famosamente, Quijote percibe las molinas como si fuesen un grupo de aproximadamente treinta gigantes con múltiples brazos de unos diez kilómetros. La abundancia de brazos es sugerida por el desafío levantado por el caballero: “Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar” (76). Quijote, como ya se conoce, decide que tal grupo ha de ser combatido, ya que “es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra” (75).

La interpretación típica de esta escena hace hincapié en el desacuerdo alarmante entre gigantes y molinas de viento. Aunque, por cierto, esto es un problema llamativo, hay un problema de pensamiento más sutil en este episodio. ¿Por qué merecerían la muerte los gigantes por el mero hecho de existir?

No hay nada intrínseca en la idea misma del gigante que justificaría esta reacción. La clasificación de los gigantes como mala simiente va más allá de la definición de un ser con apariencia humana y una altura desmedida. A menos que el tamaño mismo sea tomado como una señal de la virtud, tendría que haber otro indicio para justificar el ataque de Don Quijote. El relato es escaso, tal de que, si existen otras justificaciones, tendrán que ser extratextuales.

El prejuicio que Quijote expresa hacia estos gigantes se vuelve aún menos si se considera el retrato de otros gigantes dentro del texto. Malambruno, en el episodio de la condesa Trifaldi, por ejemplo, es capaz de razonar y, “aunque es encantador, es cristiano y hace sus encantamentos con mucha sagacidad y con mucho tiento, sin meterse con nadie,” además de haber servido una familia real con distinción (856). Si Malambruno, como miembro de la especia de los gigantes, es capaz de fidelidad religiosa, servicio gubernamental y la sabiduría para obrar con encantamientos y magia, la especie obviamente es capaz de una vida altamente moral y filosófica, igual que cualquier humano. Como miembros de la misma especie (a menos que exista una taxonomía desconocida de gigantes), los gigantes molina han de ser capaces de la misma nobleza e inteligencia de Malambruno y Don Quijote mismo.

Por cierto, la descripción de Malambruno viene del artificio de los duques y no de la mente de Quijote. El otro gigante principal en la historia, el que atemoriza a la princesa Micomicona y su nación, tampoco es de la invención de Quijote. Esto limita la aplicación de sus casos al caso de las molinas, aunque no deja de establecer que la idea de gigantes pacíficos, cristianos o inteligentes es compatible con el entendimiento que tiene Quijote del mundo.

Para resolver esta ambigüedad, pensemos en las diferentes maneras por las cuales una molina de viento puede volverse un gigante. Por ejemplo, quizá los gigantes tuviesen un parecer espantoso, o el grupo, el parecer de unos invasores, y, gracias a la valentía de Quijote, él poseía la capacidad de enfrentarse a ellos para defender el país. Los artistas han interpretado a los gigantes de varias maneras, generalmente con varios brazos, rostros enojados y a veces con espadas (las espadas sirven también como una transformación de las aspas de las molinas) (véase “The Giants (Don Quijote)” para varios ejemplos). La manera consistente de retratar a los gigantes con disposiciones violentas será garantizada porque Quijote mismo los describe como violentos.

La dificultad que surge en la narración de Quijote es que la percepción errónea de gigantes, en sí, no tiene mucha razón de proporcionarles un aspecto violento. Es posible que sí, Quijote los percibe de esta manera independiente de todos los demás factores como la ideología. Aunque existe esta posibilidad, no existe razón para pensar que la tergiversación de la vista sea ponderada para preferir imágenes violentas. Es decir, la tergiversación debe ser un proceso más o menos neutro y aleatorio. Entonces, si los gigantes violentos tienen un parecer violento solamente en consecuencia de la percepción y no de otra cosa, este resultado tendría que corresponder puramente al azar. Si llamamos el proceso de tergiversación T, con la entrada de la imagen original y la salida de las imágenes potenciales que podría ver Quijote, entonces T(molina de viento) = {cualquier gigante} + {otros objetos aparte de gigantes}. Tomemos por sentado que la percepción nos mostrará gigantes y no otra cosa para descartar el conjunto de objetos aparte de gigantes, como torres, castillos, montañas y espíritus. Aunque limitemos así T(molina de viento) a {cualquier gigante}, el conjunto de cualquier gigante incluye gigantes violentos, gigantes pacíficos, gigantes neutros, gigantes que le causan un dialogo para cambiar su perspectiva sobre los gigantes. La figura 1 ilustra la poca diferencia entre un gigante que agita los brazos y un gigante que labra la tierra con azadas, desde el punto de vista de T. Los estímulos visuales, como el contorno de una imagen y la relación de los componentes, permiten muchas interpretaciones tergiversadoras. En breves palabras, el resultado no es único. La apariencia violenta no deja de ser posible, pero es lejos de inevitable o garantizada.

Figura 1.

Por consiguiente, el error de percepción asociado con la enfermedad mental (bajo el nombre tradicional de locura) difícilmente justifica a solas el episodio con las molinas del viento. Además, la atribución de la violencia de Don Quijote a la enfermedad mental se basa en un prejuicio no científico que falazmente sugiere las personas que sufren la enfermedad mental son más violentas que las personas sin tales enfermedades. Hasta las enfermedades mentales más asociadas con la violencia, como la esquizofrenia y el trastorno bipolar, no producen una taza de violencia mucho más alta que la taza de violencia en la población general. Aproximadamente 4% de toda la violencia societal parece ser el resultado de la enfermedad mental (Fazel et al.; Harvard Mental Health Letter). La enfermedad mental que sí se asocia con violencia elevada es el trastorno del uso de substancias, el cual no se halla presente en ninguna manera en Don Quijote. La violencia que ocurre en las personas con enfermedad mental es parecida a la que ocurre en cualquier persona: “[it] stems from multiple overlapping factors interacting in complex ways. These include family history, personal stressors (such as divorce or bereavement), and socioeconomic factors (such as poverty and homelessness)” (Harvard Mental Health Letter).

Ya que los elementos que generalmente instan la violencia están ausentes en Don Quijote, quien lleva una vida ociosa y cómoda, la tesis de locura, o en palabras más adecuadas, la tesis de enfermedad mental, es menos confiable o estable que generalmente se considera. Por cierto, Don Quijote sufre de alguna tergiversación desconocida de su percepción, pero no son los errores de percepción lo que le inculcó un deseo de matar gigantes y salir en tres aventuras para vencer y luchar.

En la sociedad actual, la enfermedad mental ha llegado a ser un chivo expiatorio para explicar todo tipo de violencia masiva: “Media accounts of mass shootings by disturbed individuals galvanize public attention and reinforce popular belief that mental illness often results in violence. Epidemiologic studies show that the large majority of people with serious mental illnesses are never violent” (Fazel et al.). El autor de este ensayo conoce personalmente los prejuicios asociados con la violencia masiva: de joven, cada vez que hubo un tiroteo masivo, como yo era callado, los compañeros de la escuela me dirigían el cliché vil: siempre son los callados. Esta persecución de personas con enfermedad mental no es justificada, especialmente con el conocimiento de que la persona que es más amenazada por la enfermedad mental es el mismo que sufre: la enfermedad mental sí se asocia con el suicidio (Frazer et al.).

Hay una necesidad urgente para cambiar la perspectiva alrededor de la violencia societal y la enfermedad mental, tanto para apoyar y proteger a los que sufren de la enfermedad mental como para combatir la violencia societal y ayudar a que las personas no lleguen a expresar impulsos violentos. La enfermedad mental no puede seguir siendo un chivo expiatorio por la violencia.

2. La tesis ideológica

El modelo alternativo que propongo para la locura quijotesca es la de la ideología. Don Quijote es víctima de la radicalización. Igual que en los casos del terrorismo, no es culpa de la enfermedad mental, sino de la fe basada en una ideología violenta. Quijote comete violencia masiva y dirigida repetidamente a lo largo de la historia. Una brevísima selección incluye los episodios siguientes: las molinas del viento, la lucha con el vizcaíno y su caravana, el robo del barbero, la lucha con los galeotes y los leones (estos episodios son mucho más frecuentes en la primera novela, conforme al humor distinto de la segunda novela). Por suerte, la tergiversación de perspectiva y la ausencia de enemigos auténticos u oficiales (como lo fueron los moros) aseguran que, en la mayoría de los casos, los ataques de Quijote son sin víctimas, pero no cambia la naturaleza del hecho. Que él no sea homicida resulta del cuidado de los con quienes se encuentra, no por virtud de él.

La pregunta fundamental de esta sección es por qué Don Quijote está tan predispuesto a usar la violencia en sus encuentros. Tal como Cervantes podría haber señalado, es culpa de la ideología caballeresca. Esta ideología es homicida en sí. Quijote mismo dijo: “¿y dónde has visto tú o leído jamás que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido?” (91). El caballero tiene muchísima confianza en la capacidad y la justicia de cometer violencia libremente. Mientras Quijote vive bajo esta ideología, busca aventuras, donde la aventura requiere violencia. Por consiguiente, Quijote eleva la probabilidad de violencia en todo encuentro en que se halla. Él busca la violencia y, por lo tanto, necesita que los extranjeros sean violentos para justificar su violencia.

La ideología caballeresca tiene por lo menos dos axiomas. Primero, el caballero ejerce su oficio a través de la violencia. Segundo, la violencia caballeresca es justificada. Las circunstancias y el carácter de los demás tienen que conformar con esta verdad. Estos dos axiomas, por ejemplo, permiten que la violencia entre dos caballeros, por tan inútil y frívolo que sea, sea normalizada.

De regreso a los gigantes de las molinas, dentro de la ideología, caben muchas justificaciones para matar a cualquier gigante. La justificación más fácil será el racismo, el cual se halla fuertemente en la filosofía medieval y en los libros de caballería (aunque el racismo de la época de Cervantes es menos sistematizado como en la actualidad, o sea, la filosofía alrededor del concepto era menos formal, relacionada, cohesiva y desarrollada. De este modo, muchos elementos de la obra de Cervantes critica instantes del racismo sin llegar a una condenación sistemática del racismo). La ideología también se vale de conexiones superficiales con la religión, por lo que, dentro de la caballería, los pecados de Goliat bastarán para la condenación de la especie. Otra posibilidad es que los gigantes presentan en sí un riesgo a la seguridad popular, debido a su capacidad intrínseca militar, pero esto no es muy distinto al caso racista. Es difícil, en fin, que la tergiversación visual justifique la violencia quijotesca, pero la ideología provee muchas maneras fáciles para hacer lo mismo. Se dijo anteriormente que la tergiversación no tiene una probabilidad muy alta de crear una imagen de gigantes violentos sin algo que añada un sesgo al proceso. La ideología es precisamente aquel sesgo.

Hay espacio para decir que existen méritos parciales de la ideología del Quijote; validez que sería mayor si no fuese por la violencia. Por ejemplo, la historia está llena de personas que, de veras, tienen necesidad de ayuda extrajudicial para ayudarles donde las estructuras oficiales les han fallado. Esto incluye a Andrés, Dorotea, Cardenio, Lucinda, Doña Rodríguez, su hija, Ricote, Ana Félix y Roque Guinart. La mayoría es ayudada por la buena suerte o la intervención divina, mientras que Roque Guinart se hace la ayuda extrajudicial que necesita. En sí, de todos los personajes, Guinart es el que quizá más vive el credo caballeresco, pero se vuelve ladrón por organizarse con otros (el modelo del caballero andante a solas es reemplazado por la sistematización formal en un grupo de rebeldes, ya que el sistema les permite combatir con enemigos organizados a pesar de los avances de tecnología que tanto amenazan al caballero anacrónico). El punto decisivo se halla precisamente en que Quijote es demasiado violento y no lo usa medidamente. Así que, por tanta necesidad que la España de Cervantes tenía para un sabio armado viajero y fuera de la ley, la violencia acaba creando tantos problemas como resuelve (con referencia a la tortura de Andrés, la libertad de los galeotes y la autoflagelación de Sancho).

Que la ideología caballeresca sea condenada por el libro de Cervantes y que sea demasiado violenta no son conclusiones tan sorprendentes en sí. Más bien, este estudio sugiere que la violencia ideológica es el problema esencial de la novela, no la locura. Debemos clasificar a Don Quijote como radicalizado, en lugar de disparatado. De hecho, un estudio de la literatura caballeresca sugiere que la radicalización violenta no es tan accidental: el género es un género de modelos, enseñanzas, hechos e ideales que imitar, tanto dentro de las crónicas como las ficciones caballerescas. Bellis y Leitch documentan este fenómeno:

Chivalric literature was practical, not just in that it instructed knights in their métier … but in that it reflected to medieval society the image of its proper order. It was both inspirational and corrective, as Hoccleve’s advice to the Lollard Sir John Oldcastle made clear: ‘Clymbe no more in holy writ so hie!’ but ‘Rede the storie of Lancelot de lake,/ Or Vegece of the aart of Chiualrie,/ The seege of Troie or Thebes’. … Chivalric literature reinforced patterns of conduct and the proper structure of society: restraint and obeisance, exercising and recognising authority, muscularity moral and literal, when to stand and when to bend. (242)

A esto, se añade la declaración del cronista medieval Froissart: “In order that the honourable enterprises, noble adventures and deeds of arms which took place during the wars waged by France and England should be fittingly related and preserved for posterity, so that brave men should be inspired thereby to follow such examples, I wish to place on record these matters of great renown” (citado en 243). Esta literatura tiene elementos de enseñanza loable—“chivalry signified knights, fighting, and the ideas that encouraged them to be more than trained thugs”—pero no podemos escapar del hecho de que la literatura caballeresca fue diseñada para un mundo violento y que aumenta la violencia en personas como Quijote (251-252).

Figura 2.

Quijote no fue el último radicalizado por la literatura caballeresca, ya que la estética de los cruzados y los caballeros ha sido adoptada por extremistas derechistas. Esta adoptación llega hasta el odio del islam, un eco nefasto y aterrador de las campañas españolas contra los moros. Koch documenta, por ejemplo, un meme de una página (ya removida) de Facebook de la Liga de Defensa Española que combina dentro de contextos modernos la imagen caballeresca con la ecuación prejuiciado entre el islam y el terrorismo (17) (véase fig. 2). Koch resume la relación entre lo caballeresco y el derecho extremo en la modernidad:

For the extreme right wing (either the CJM or neo-Nazis and fascists) circles, Christianity is under a religious and demographic threat, posed by Muslims in general and by Jihadis in particular. … Right wing individuals, groups, movements, parties and organizations in Europe and North America use the same militant-religious symbols and rhetoric, … to provide an appropriate response to what they see as a threat posed by Muslims. Furthermore, it is being used not only as a motivational source … but also for recruitment, mobilization and propaganda. (20)

Entre la apropiación de la caballerosidad, el prejuicio anti-islam y el prejuicio anti-enfermidad mental, la distinción entre un Quijote disparatado y un Quijote radicalizado llega a tener más que un significado literario y filosófico.

3. Conclusión

Ya que Quijote es radicalizado y no disparatado, su declaración “Yo sé quién soy” resulta más verídico (58). Él puede formar su propia identidad, su quién soy, independiente de los esfuerzos de su familia y sus amigos de desradicalizarlo. La identidad de un radicalizado es consciente y, aunque puede ser irracional, no es sin su lógica. Reconocer la identidad de Quijote, tal como él la construyó, nos ayudará a entender mejor su vida y el deseo de Alonso Quijano de ser llamado “El Bueno.” El pensamiento cuidadoso en cuanto a la radicalización, el esfuerzo por la desradicalización y la liberación de la enfermedad mental de las asociaciones falsas con la violencia son proyectos urgentes en la sociedad moderna.

El ejemplo de Don Quijote radicalizado (y el Alonso Quijano desradicalizado) sirve para aviso. El mundo moderno está inundado por las ideologías—quizá la razón porque muchos académicos se ven en Quijote no es la locura, sino la abundancia de ideología que Quijote comparte con la modernidad. Toda ideología con rasgos o elementos violentos, igual que la caballeresca, merece mucha desconfianza. Aunque no participemos de una ideología violenta, el aviso queda para que tengamos más cuidado al poner fe en cualquier ideología, ya que esta nos puede consumir, hasta que salgamos en tres aventuras y muramos arrepentidos. Es decir, evitemos ser un nuevo Quijote. Alonso Quijano, el Bueno, dejó un ejemplo mejor.

Obras citadas

Bellis, Joann y Megan Leitch. “Chivalric Literature.” A Companion to Chivalry, editado por Robert Jones y Peter Coss, Boydell & Brewer, 2019, pp. 241-262.

Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. 2ª ed. Conmemorativa del IV Centenario Cervantes, editado por RAE, Penguin, 2015.

Fazel, Seena, et al. “Mental illness and reduction of gun violence and suicide: bringing epidemiologic research to policy.” Annals of Epidemiology, vol. 25, no. 5, 2015, pp. 366-376. PubMed Central,doi: 10.1016/j.annepidem.2014.03.004. Accedido 20 abril 2021.

Harvard Mental Health Letter. “Mental illness and violence.” Harvard Health Publishing, enero 2011, https://www.health.harvard.edu/newsletter_article/mental-illness-and-violence. Accedido 20 abril 2021.

Koch, Ariel. “The New Crusaders: Contemporary Extreme Right Symbolism and Rhetoric.” Perspectives on Terrorism, vol. 11, no. 5, 2017, pp. 13-24.

“The Giants (Don Quijote).” Villains Wiki, https://villains.fandom.com/wiki/The_Giants_(Don_Quixote)#Gallery. Accedido 20 abril 2021.