El nombre Quijote es sinónimo de la locura y lo ha sido por mucho tiempo y en varios idiomas. A pesar de esto, deseo sugerir que esta perspectiva hace hincapié en la cosa equivocada. La locura de Quijote no está en sus ideas o moralidad, sino en la violencia que mutuamente se efectúa entre él y su comunidad. En sí, la palabra locura es poco apta para lo que ocurre con él. Quijote, y los que lo rodean, no son locos, sino violentos. Quijote es la víctima de un proceso de radicalización violenta, mientras la enfermedad mental ha sido el chivo expiatorio por sus disparates. Gracias a la dominancia de la ideología en la mente moderna, combinada con el ajuste de cuentas sobre el maltrato y la falsa representación de las personas con enfermedades mentales, la reforma de la imagen del Quijote tiene un valor cultural aumentado. Para esta discusión, se estudiarán primero los problemas con la asociación entre las hazañas de Quijote y sus errores de percepción, o sea, su enfermedad mental. Este componente tiene como propósito principal desvincular el legado de Quijote con la enfermedad mental. Después, se desarrollará la tesis alternativa que asociará la identidad de Quijote con la ideología violenta, la cual es, en este caso, la misma ideología caballeresca.
1. La tesis de la insania
Para demostrar unos problemas en la alegación que Don Quijote es quién es por su locura, podemos tomar el mismísimo ejemplo de las molinas del viento. Famosamente, Quijote percibe las molinas como si fuesen un grupo de aproximadamente treinta gigantes con múltiples brazos de unos diez kilómetros. La abundancia de brazos es sugerida por el desafío levantado por el caballero: “Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar” (76). Quijote, como ya se conoce, decide que tal grupo ha de ser combatido, ya que “es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra” (75).
La interpretación típica de esta escena hace hincapié en el desacuerdo alarmante entre gigantes y molinas de viento. Aunque, por cierto, esto es un problema llamativo, hay un problema de pensamiento más sutil en este episodio. ¿Por qué merecerían la muerte los gigantes por el mero hecho de existir?
No hay nada intrínseca en la idea misma del gigante que justificaría esta reacción. La clasificación de los gigantes como mala simiente va más allá de la definición de un ser con apariencia humana y una altura desmedida. A menos que el tamaño mismo sea tomado como una señal de la virtud, tendría que haber otro indicio para justificar el ataque de Don Quijote. El relato es escaso, tal de que, si existen otras justificaciones, tendrán que ser extratextuales.
El prejuicio que Quijote expresa hacia estos gigantes se vuelve aún menos si se considera el retrato de otros gigantes dentro del texto. Malambruno, en el episodio de la condesa Trifaldi, por ejemplo, es capaz de razonar y, “aunque es encantador, es cristiano y hace sus encantamentos con mucha sagacidad y con mucho tiento, sin meterse con nadie,” además de haber servido una familia real con distinción (856). Si Malambruno, como miembro de la especia de los gigantes, es capaz de fidelidad religiosa, servicio gubernamental y la sabiduría para obrar con encantamientos y magia, la especie obviamente es capaz de una vida altamente moral y filosófica, igual que cualquier humano. Como miembros de la misma especie (a menos que exista una taxonomía desconocida de gigantes), los gigantes molina han de ser capaces de la misma nobleza e inteligencia de Malambruno y Don Quijote mismo.
Por cierto, la descripción de Malambruno viene del artificio de los duques y no de la mente de Quijote. El otro gigante principal en la historia, el que atemoriza a la princesa Micomicona y su nación, tampoco es de la invención de Quijote. Esto limita la aplicación de sus casos al caso de las molinas, aunque no deja de establecer que la idea de gigantes pacíficos, cristianos o inteligentes es compatible con el entendimiento que tiene Quijote del mundo.
Para resolver esta ambigüedad, pensemos en las diferentes maneras por las cuales una molina de viento puede volverse un gigante. Por ejemplo, quizá los gigantes tuviesen un parecer espantoso, o el grupo, el parecer de unos invasores, y, gracias a la valentía de Quijote, él poseía la capacidad de enfrentarse a ellos para defender el país. Los artistas han interpretado a los gigantes de varias maneras, generalmente con varios brazos, rostros enojados y a veces con espadas (las espadas sirven también como una transformación de las aspas de las molinas) (véase “The Giants (Don Quijote)” para varios ejemplos). La manera consistente de retratar a los gigantes con disposiciones violentas será garantizada porque Quijote mismo los describe como violentos.
La dificultad que surge en la narración de Quijote es que la percepción errónea de gigantes, en sí, no tiene mucha razón de proporcionarles un aspecto violento. Es posible que sí, Quijote los percibe de esta manera independiente de todos los demás factores como la ideología. Aunque existe esta posibilidad, no existe razón para pensar que la tergiversación de la vista sea ponderada para preferir imágenes violentas. Es decir, la tergiversación debe ser un proceso más o menos neutro y aleatorio. Entonces, si los gigantes violentos tienen un parecer violento solamente en consecuencia de la percepción y no de otra cosa, este resultado tendría que corresponder puramente al azar. Si llamamos el proceso de tergiversación T, con la entrada de la imagen original y la salida de las imágenes potenciales que podría ver Quijote, entonces T(molina de viento) = {cualquier gigante} + {otros objetos aparte de gigantes}. Tomemos por sentado que la percepción nos mostrará gigantes y no otra cosa para descartar el conjunto de objetos aparte de gigantes, como torres, castillos, montañas y espíritus. Aunque limitemos así T(molina de viento) a {cualquier gigante}, el conjunto de cualquier gigante incluye gigantes violentos, gigantes pacíficos, gigantes neutros, gigantes que le causan un dialogo para cambiar su perspectiva sobre los gigantes. La figura 1 ilustra la poca diferencia entre un gigante que agita los brazos y un gigante que labra la tierra con azadas, desde el punto de vista de T. Los estímulos visuales, como el contorno de una imagen y la relación de los componentes, permiten muchas interpretaciones tergiversadoras. En breves palabras, el resultado no es único. La apariencia violenta no deja de ser posible, pero es lejos de inevitable o garantizada.
Por consiguiente, el error de percepción asociado con la enfermedad mental (bajo el nombre tradicional de locura) difícilmente justifica a solas el episodio con las molinas del viento. Además, la atribución de la violencia de Don Quijote a la enfermedad mental se basa en un prejuicio no científico que falazmente sugiere las personas que sufren la enfermedad mental son más violentas que las personas sin tales enfermedades. Hasta las enfermedades mentales más asociadas con la violencia, como la esquizofrenia y el trastorno bipolar, no producen una taza de violencia mucho más alta que la taza de violencia en la población general. Aproximadamente 4% de toda la violencia societal parece ser el resultado de la enfermedad mental (Fazel et al.; Harvard Mental Health Letter). La enfermedad mental que sí se asocia con violencia elevada es el trastorno del uso de substancias, el cual no se halla presente en ninguna manera en Don Quijote. La violencia que ocurre en las personas con enfermedad mental es parecida a la que ocurre en cualquier persona: “[it] stems from multiple overlapping factors interacting in complex ways. These include family history, personal stressors (such as divorce or bereavement), and socioeconomic factors (such as poverty and homelessness)” (Harvard Mental Health Letter).
Ya que los elementos que generalmente instan la violencia están ausentes en Don Quijote, quien lleva una vida ociosa y cómoda, la tesis de locura, o en palabras más adecuadas, la tesis de enfermedad mental, es menos confiable o estable que generalmente se considera. Por cierto, Don Quijote sufre de alguna tergiversación desconocida de su percepción, pero no son los errores de percepción lo que le inculcó un deseo de matar gigantes y salir en tres aventuras para vencer y luchar.
En la sociedad actual, la enfermedad mental ha llegado a ser un chivo expiatorio para explicar todo tipo de violencia masiva: “Media accounts of mass shootings by disturbed individuals galvanize public attention and reinforce popular belief that mental illness often results in violence. Epidemiologic studies show that the large majority of people with serious mental illnesses are never violent” (Fazel et al.). El autor de este ensayo conoce personalmente los prejuicios asociados con la violencia masiva: de joven, cada vez que hubo un tiroteo masivo, como yo era callado, los compañeros de la escuela me dirigían el cliché vil: siempre son los callados. Esta persecución de personas con enfermedad mental no es justificada, especialmente con el conocimiento de que la persona que es más amenazada por la enfermedad mental es el mismo que sufre: la enfermedad mental sí se asocia con el suicidio (Frazer et al.).
Hay una necesidad urgente para cambiar la perspectiva alrededor de la violencia societal y la enfermedad mental, tanto para apoyar y proteger a los que sufren de la enfermedad mental como para combatir la violencia societal y ayudar a que las personas no lleguen a expresar impulsos violentos. La enfermedad mental no puede seguir siendo un chivo expiatorio por la violencia.
2. La tesis ideológica
El modelo alternativo que propongo para la locura quijotesca es la de la ideología. Don Quijote es víctima de la radicalización. Igual que en los casos del terrorismo, no es culpa de la enfermedad mental, sino de la fe basada en una ideología violenta. Quijote comete violencia masiva y dirigida repetidamente a lo largo de la historia. Una brevísima selección incluye los episodios siguientes: las molinas del viento, la lucha con el vizcaíno y su caravana, el robo del barbero, la lucha con los galeotes y los leones (estos episodios son mucho más frecuentes en la primera novela, conforme al humor distinto de la segunda novela). Por suerte, la tergiversación de perspectiva y la ausencia de enemigos auténticos u oficiales (como lo fueron los moros) aseguran que, en la mayoría de los casos, los ataques de Quijote son sin víctimas, pero no cambia la naturaleza del hecho. Que él no sea homicida resulta del cuidado de los con quienes se encuentra, no por virtud de él.
La pregunta fundamental de esta sección es por qué Don Quijote está tan predispuesto a usar la violencia en sus encuentros. Tal como Cervantes podría haber señalado, es culpa de la ideología caballeresca. Esta ideología es homicida en sí. Quijote mismo dijo: “¿y dónde has visto tú o leído jamás que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido?” (91). El caballero tiene muchísima confianza en la capacidad y la justicia de cometer violencia libremente. Mientras Quijote vive bajo esta ideología, busca aventuras, donde la aventura requiere violencia. Por consiguiente, Quijote eleva la probabilidad de violencia en todo encuentro en que se halla. Él busca la violencia y, por lo tanto, necesita que los extranjeros sean violentos para justificar su violencia.
La ideología caballeresca tiene por lo menos dos axiomas. Primero, el caballero ejerce su oficio a través de la violencia. Segundo, la violencia caballeresca es justificada. Las circunstancias y el carácter de los demás tienen que conformar con esta verdad. Estos dos axiomas, por ejemplo, permiten que la violencia entre dos caballeros, por tan inútil y frívolo que sea, sea normalizada.
De regreso a los gigantes de las molinas, dentro de la ideología, caben muchas justificaciones para matar a cualquier gigante. La justificación más fácil será el racismo, el cual se halla fuertemente en la filosofía medieval y en los libros de caballería (aunque el racismo de la época de Cervantes es menos sistematizado como en la actualidad, o sea, la filosofía alrededor del concepto era menos formal, relacionada, cohesiva y desarrollada. De este modo, muchos elementos de la obra de Cervantes critica instantes del racismo sin llegar a una condenación sistemática del racismo). La ideología también se vale de conexiones superficiales con la religión, por lo que, dentro de la caballería, los pecados de Goliat bastarán para la condenación de la especie. Otra posibilidad es que los gigantes presentan en sí un riesgo a la seguridad popular, debido a su capacidad intrínseca militar, pero esto no es muy distinto al caso racista. Es difícil, en fin, que la tergiversación visual justifique la violencia quijotesca, pero la ideología provee muchas maneras fáciles para hacer lo mismo. Se dijo anteriormente que la tergiversación no tiene una probabilidad muy alta de crear una imagen de gigantes violentos sin algo que añada un sesgo al proceso. La ideología es precisamente aquel sesgo.
Hay espacio para decir que existen méritos parciales de la ideología del Quijote; validez que sería mayor si no fuese por la violencia. Por ejemplo, la historia está llena de personas que, de veras, tienen necesidad de ayuda extrajudicial para ayudarles donde las estructuras oficiales les han fallado. Esto incluye a Andrés, Dorotea, Cardenio, Lucinda, Doña Rodríguez, su hija, Ricote, Ana Félix y Roque Guinart. La mayoría es ayudada por la buena suerte o la intervención divina, mientras que Roque Guinart se hace la ayuda extrajudicial que necesita. En sí, de todos los personajes, Guinart es el que quizá más vive el credo caballeresco, pero se vuelve ladrón por organizarse con otros (el modelo del caballero andante a solas es reemplazado por la sistematización formal en un grupo de rebeldes, ya que el sistema les permite combatir con enemigos organizados a pesar de los avances de tecnología que tanto amenazan al caballero anacrónico). El punto decisivo se halla precisamente en que Quijote es demasiado violento y no lo usa medidamente. Así que, por tanta necesidad que la España de Cervantes tenía para un sabio armado viajero y fuera de la ley, la violencia acaba creando tantos problemas como resuelve (con referencia a la tortura de Andrés, la libertad de los galeotes y la autoflagelación de Sancho).
Que la ideología caballeresca sea condenada por el libro de Cervantes y que sea demasiado violenta no son conclusiones tan sorprendentes en sí. Más bien, este estudio sugiere que la violencia ideológica es el problema esencial de la novela, no la locura. Debemos clasificar a Don Quijote como radicalizado, en lugar de disparatado. De hecho, un estudio de la literatura caballeresca sugiere que la radicalización violenta no es tan accidental: el género es un género de modelos, enseñanzas, hechos e ideales que imitar, tanto dentro de las crónicas como las ficciones caballerescas. Bellis y Leitch documentan este fenómeno:
Chivalric literature was practical, not just in that it instructed knights in their métier … but in that it reflected to medieval society the image of its proper order. It was both inspirational and corrective, as Hoccleve’s advice to the Lollard Sir John Oldcastle made clear: ‘Clymbe no more in holy writ so hie!’ but ‘Rede the storie of Lancelot de lake,/ Or Vegece of the aart of Chiualrie,/ The seege of Troie or Thebes’. … Chivalric literature reinforced patterns of conduct and the proper structure of society: restraint and obeisance, exercising and recognising authority, muscularity moral and literal, when to stand and when to bend. (242)
A esto, se añade la declaración del cronista medieval Froissart: “In order that the honourable enterprises, noble adventures and deeds of arms which took place during the wars waged by France and England should be fittingly related and preserved for posterity, so that brave men should be inspired thereby to follow such examples, I wish to place on record these matters of great renown” (citado en 243). Esta literatura tiene elementos de enseñanza loable—“chivalry signified knights, fighting, and the ideas that encouraged them to be more than trained thugs”—pero no podemos escapar del hecho de que la literatura caballeresca fue diseñada para un mundo violento y que aumenta la violencia en personas como Quijote (251-252).
Quijote no fue el último radicalizado por la literatura caballeresca, ya que la estética de los cruzados y los caballeros ha sido adoptada por extremistas derechistas. Esta adoptación llega hasta el odio del islam, un eco nefasto y aterrador de las campañas españolas contra los moros. Koch documenta, por ejemplo, un meme de una página (ya removida) de Facebook de la Liga de Defensa Española que combina dentro de contextos modernos la imagen caballeresca con la ecuación prejuiciado entre el islam y el terrorismo (17) (véase fig. 2). Koch resume la relación entre lo caballeresco y el derecho extremo en la modernidad:
For the extreme right wing (either the CJM or neo-Nazis and fascists) circles, Christianity is under a religious and demographic threat, posed by Muslims in general and by Jihadis in particular. … Right wing individuals, groups, movements, parties and organizations in Europe and North America use the same militant-religious symbols and rhetoric, … to provide an appropriate response to what they see as a threat posed by Muslims. Furthermore, it is being used not only as a motivational source … but also for recruitment, mobilization and propaganda. (20)
Entre la apropiación de la caballerosidad, el prejuicio anti-islam y el prejuicio anti-enfermidad mental, la distinción entre un Quijote disparatado y un Quijote radicalizado llega a tener más que un significado literario y filosófico.
3. Conclusión
Ya que Quijote es radicalizado y no disparatado, su declaración “Yo sé quién soy” resulta más verídico (58). Él puede formar su propia identidad, su quién soy, independiente de los esfuerzos de su familia y sus amigos de desradicalizarlo. La identidad de un radicalizado es consciente y, aunque puede ser irracional, no es sin su lógica. Reconocer la identidad de Quijote, tal como él la construyó, nos ayudará a entender mejor su vida y el deseo de Alonso Quijano de ser llamado “El Bueno.” El pensamiento cuidadoso en cuanto a la radicalización, el esfuerzo por la desradicalización y la liberación de la enfermedad mental de las asociaciones falsas con la violencia son proyectos urgentes en la sociedad moderna.
El ejemplo de Don Quijote radicalizado (y el Alonso Quijano desradicalizado) sirve para aviso. El mundo moderno está inundado por las ideologías—quizá la razón porque muchos académicos se ven en Quijote no es la locura, sino la abundancia de ideología que Quijote comparte con la modernidad. Toda ideología con rasgos o elementos violentos, igual que la caballeresca, merece mucha desconfianza. Aunque no participemos de una ideología violenta, el aviso queda para que tengamos más cuidado al poner fe en cualquier ideología, ya que esta nos puede consumir, hasta que salgamos en tres aventuras y muramos arrepentidos. Es decir, evitemos ser un nuevo Quijote. Alonso Quijano, el Bueno, dejó un ejemplo mejor.
Obras citadas
Bellis, Joann y Megan Leitch. “Chivalric Literature.” A Companion to Chivalry, editado por Robert Jones y Peter Coss, Boydell & Brewer, 2019, pp. 241-262.
Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. 2ª ed. Conmemorativa del IV Centenario Cervantes, editado por RAE, Penguin, 2015.
Fazel, Seena, et al. “Mental illness and reduction of gun violence and suicide: bringing epidemiologic research to policy.” Annals of Epidemiology, vol. 25, no. 5, 2015, pp. 366-376. PubMed Central,doi: 10.1016/j.annepidem.2014.03.004. Accedido 20 abril 2021.
Harvard Mental Health Letter. “Mental illness and violence.” Harvard Health Publishing, enero 2011, https://www.health.harvard.edu/newsletter_article/mental-illness-and-violence. Accedido 20 abril 2021.
Koch, Ariel. “The New Crusaders: Contemporary Extreme Right Symbolism and Rhetoric.” Perspectives on Terrorism, vol. 11, no. 5, 2017, pp. 13-24.
“The Giants (Don Quijote).” Villains Wiki, https://villains.fandom.com/wiki/The_Giants_(Don_Quixote)#Gallery. Accedido 20 abril 2021.